Hummm…
[ceja en arco]
En la vigilia de esta mañana los Damicos se ponen en órbita mientras salgo arrastrándome del dormir, más no del soñar.
Es en esa vigilia donde suelen dejarme paquetes con destinos insólitos. Usualmente son frases en cualquier idioma, conocido o no. Metáforas altamente condensadas que pueden acompañarse de una imagen o no. Que algunas veces tienen una explicación mediata, otras más lejana, pero tarde o temprano se imponen como el remate de una costura (son necesarias, indispensables talvez).
Como el misterio se lo dejamos a los misteriosos, paso a esta frase de hoy:
«Te envío este ojo Yu, para que cuando se abra pueda verte desde el otro lado del planeta». La voz es propia e interna: el pensamiento de alguien que hace una traducción. No sé qué idioma. Sólo estoy traduciendo alguno.
La imagen que aparece es una caja pequeña, forrada en papel dorado. Mi punto de vista está incluído. Quiero decir veo mi mano abrir esa caja, pero soy otra mujer, porque esa mano es más pequeña y delicada con sus uñas cortas y pintadas.
La cajita abierta muestra un dije de alguna piedra multicolor con forma de ojo — similar a los ojos turcos de vidrio –. El ojo esta cerrado y se abre instantáneamente al abrir la caja. Abierto, muestra una pupila violeta, cuyo fondo profundo como algo incandescente, fluye y se desarma permanentemente.
Mi sentimiento es ese microinstante es de un profundo y reconocido amor. Un amor total. No romántico. Tan fuerte que me termino de despabilar con el efecto físico que me provocan las emociones intensas: estrujón de corazón.
Qué maravilla es el cerebro.
Les debo para más tarde las indagaciones que hice sobre la palabra «Yu».
(Se lo dedico a Racak por hermeneuta y a Coca Hipólita porque simplemente le gustaría en su entrega poética).